La distancia que separa el puente de Valentín Alsina del “Black Heart”, situado en pleno Camden Town, debe ser aproximadamente de unos 11.500 Km. Uno se pregunta si el “Mosca” Velázquez y Alejandro Ainadjin, -el “Papa”para los amigos -, aquellos dos pibes que empezaron hace treinta años el viaje de 2 Minutos; notarán una distancia similar al echar la vista atrás. Supongo que en aquel momento ni imaginarían llegar a los treinta…vivos.
¡¡Y vaya si están vivos!!
Llegan a Londres – acompañados de Pablito y Pedro a las guitarras, y Monti a la batería – dentro del periplo europeo de su gira treinta aniversario. Y para celebrar la ceremonia nada mejor que un lugar a la altura – el Black Heart, uno de esos garitos que supuran vicio en cada grieta de sus paredes – y unos anfitriones enrollados.
Los locales Brocker abren con su equilibrada mezcla de punk, rock y algún ramalazo ska. Lo suyo no tiene dobleces: van directos al grano y tiran de repertorio contundente con alguna concesión a espídicas versiones de Ramones o Motorhead. Y ese “Gimme Gimme Rock n Roll” suyo que tiene hechuras de himno.
Aun no se han apagado los ecos de la preciosa Gretsch empuñada por el cantante de Brocker cuando un tipo se acerca al micrófono y parece querer presentar a los 2 Minutos. La audiencia, en su mayoría compuesta por argentinos, no parece estar muy pendiente de su discurso sino más bien impaciente porque empiece el ataque sónico.
Y con (casi) puntualidad británica los cinco integrantes de 2 Minutos suben a escena. A primera vista engañan: ¿hay tanto punk rock en estos cinco señores? La respuesta es, sí. El primer tema es como un directo a la mandíbula. Casi sin pausa suenan “Valentín Alsina” y “ La casa de Juan” y se desatan los primeros pogos de la noche.
El grupo está ya rodando con fuerza y es el momento de sacar la máscara de Jason. Entre canción y canción, Pablito nos pide que dejemos sitio a un tipo que está entre el público y “que se parece a Capusotto” . Se trata de Knox, cantante de los míticos The Vibrators, a quien la banda conoció la noche anterior e invitaron a que se pasase por el concierto. Que Dios (o el Diablo) bendiga las amistades nocturnas.
La influencia de 2 Minutos ha sido profunda en el punk latinoamericano y son, sobre todo, los temas de su primer disco, los que desatan más fuerza entre el público. En ese momento me doy cuenta de que el local está a reventar y de tanto en tanto noto como el suelo vibra peligrosamente. Los conciertos están confinados a la planta superior. Espero que no acabemos todos en la planta baja!
“Nada que hacer” es puro nihilismo punk y “Demasiado tarde” desata un pogo tan salvaje que por un momento el público se divide entre los que bailan y los que graban con su móviles, quizá esperando a que en cualquier momento alguien salga despedido. Hay un tipo fornido metido en todo el barullo y que viste la remera de los Pumas: ¿algún voluntario para saltar a su lado?
Una pequeña parada solo para volver con más fuerza a gritarle a la cara que “ya nos sos igual” a aquel amigo que en un momento olvidó las cosas importantes de la vida: las birras en el bar y las peleas en la cancha. Mención especial para un par de punks locales que sacudían su cresta al ritmo de este tema. Y es que ex -amigos buchones los hay en todas partes.
No se irán 2 Minutos del escenario sin antes invitar a su “Caramelo de limón” y hacernos corear aquello de “piñas van, piñas vienen, los muchachos se entretienen”. El respetable pedía más. Pero sus caras desencajadas de felicidad, el sudor en la frente y las ganas de tomarse una cerveza les llevaron a la planta baja donde charlar y recordar por qué algunas bandas siempre las llevaremos en el corazón. Y ese es el caso de 2 Minutos.